Raquel Peña y el desafío interno: estructuras, simpatías y tiempo político

Por Lely Reyes

En el Partido Revolucionario Moderno (PRM) sigue moviéndose el ajedrez de las precandidaturas con miras a la sucesión presidencial. Aunque el presidente Luis Abinader no ha definido públicamente si apoyará a un delfín político, en las bases del partido ya se perfilan desde hace tiempo nombres con estructuras sólidas y años de trabajo territorial que podrían marcar la diferencia en un eventual proceso interno.

Figuras como Carolina Mejía, Wellington Arnaud, David Collado y Eduardo Sanz Lovatón (Yayo) han venido construyendo equipos, generando simpatías y posicionándose de forma estratégica dentro y fuera del partido. Sus trayectorias, más allá de los cargos públicos, incluyen un trabajo sistemático de vinculación con la dirigencia media, las bases municipales y los sectores sociales y económicos del país.

En contraste, la vicepresidenta Raquel Peña enfrenta un reto complejo: transformar su alta valoración institucional en una maquinaria política efectiva. Aunque goza de respeto dentro del Gobierno y ha demostrado firmeza y serenidad en su rol, su gran obstáculo es el tiempo político. La naturaleza de su cargo la obliga a mantener una agenda institucional rígida, subordinada a la del presidente, y le dificulta realizar el trabajo partidario cercano, ese que se gana en los barrios, los comités de base y las reuniones uno a uno.

Un ejemplo concreto es que este mismo fin de semana, ante la salida del presidente del país, la vicepresidenta asumirá las riendas del Poder Ejecutivo, lo que nuevamente limita su margen para hacer política de campo, reunirse con dirigentes y liderar actividades proselitistas.

Superar estas limitaciones no será fácil, pero tampoco imposible. La vicepresidenta cuenta con una imagen positiva y podría articular una narrativa de continuidad, estabilidad y confianza que le hable al electorado moderado del PRM. Sin embargo, para competir con estructuras ya engrasadas, necesita algo más que buen perfil: requiere articular apoyos concretos dentro del aparato partidario, construir una red operativa sólida y, sobre todo, ganar tiempo político, ese recurso tan escaso y tan determinante en la lucha por el poder.

El PRM, como partido joven que ya ha probado las mieles del gobierno, tendrá en los próximos meses uno de sus mayores retos: gestionar una transición interna sin fracturas. En ese escenario, cada precandidatura debe demostrar no solo condiciones personales, sino también estructura, liderazgo y capacidad de sumar. Y ahí, el tiempo —como siempre en política— será juez y parte.

Lely Reyes es director de portadaoeste.com y técnico en periodismo digital (Infotep)

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