El milagro del establo: Reflexiones sobre el nacimiento de Jesús en Belén
Por: Lely Reyes
Era el ocaso de un día cargado de incertidumbre. Una joven embarazada avanzaba por un camino polvoriento, soportando las incomodidades del viaje. Su rostro reflejaba tanto la fatiga como la esperanza. María, que estaba a punto de dar a luz, sentía un dolor intenso cruzando su vientre. Mientras caminaba, sus pensamientos se dirigían al cielo, recordando las palabras del ángel Gabriel: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”.
A su lado, José, su joven esposo, avanzaba con cuidado. Su atención se concentraba en apartar las piedras del camino, intentando mitigar el sufrimiento de María. La noche caía, y con ella se hacía más urgente encontrar un lugar para refugiarse. Sin embargo, la realidad era desconcertante: no había espacio para ellos en ninguna posada. ¿Cómo era posible que el Salvador del mundo, el hijo de Dios, no tuviera un lugar digno para nacer?
Finalmente, llegaron a un pequeño pueblo llamado Belén. Sus calles, abarrotadas por la afluencia de personas que habían acudido a empadronarse, ofrecían pocas alternativas. Después de muchas negativas, lograron encontrar un viejo establo. Entre animales y paja, en la humildad más absoluta, María dio a luz a su hijo, Jesús. Lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, un símbolo que resonaría a lo largo de los siglos como testimonio de la sencillez y el amor divino.
Un nacimiento lleno de simbolismo
El relato del nacimiento de Jesús en Belén, tal como lo narran los Evangelios de Mateo y Lucas, está cargado de un profundo simbolismo. Desde el principio, este evento subraya la paradoja del mensaje cristiano: el Rey de reyes no nació en un palacio, sino en un establo. No fue recibido por la nobleza, sino por pastores humildes que, guiados por un ángel, fueron los primeros en contemplar al niño.
Esta elección divina de un lugar tan modesto para un evento trascendental nos invita a reflexionar sobre los valores que a menudo la sociedad moderna descuida: la humildad, la sencillez y la solidaridad. El establo se convierte en un recordatorio de que la grandeza no reside en la riqueza ni en el poder, sino en el amor y la entrega.
Un mensaje que trasciende el tiempo
El nacimiento de Jesús no solo marcó el inicio de una nueva era para la humanidad, sino que también desafió las expectativas y normas sociales de su tiempo. En un mundo donde los poderosos buscaban reconocimiento y gloria, Jesús vino a mostrarnos un camino distinto, uno basado en el servicio y la compasión.
Esta historia también nos confronta con preguntas vigentes: ¿Estamos dispuestos a abrir nuestras puertas a quienes lo necesitan? ¿Cómo podemos reflejar en nuestra vida cotidiana el mensaje de amor y esperanza que representa el nacimiento de Jesús?
La figura de José merece especial mención. Su dedicación y cuidado hacia María en momentos tan difíciles son ejemplo de responsabilidad y fe. Sin entender completamente el plan divino, confió en Dios y se mantuvo firme, protegiendo a su familia con valentía.
Reflexión final: el desafío de la hospitalidad
El nacimiento de Jesús en un establo también puede interpretarse como un llamado a la hospitalidad. La negativa de las posadas de Belén a recibir a José y María pone de manifiesto un problema que aún persiste: la indiferencia hacia quienes más lo necesitan. En tiempos modernos, este episodio nos recuerda la importancia de abrir nuestro corazón y nuestras puertas a los marginados, a los desplazados y a los vulnerables.
Mientras celebramos la Navidad, sería prudente preguntarnos: ¿Estamos preparados para recibir a Cristo en nuestras vidas? Más allá de las festividades, los regalos y las tradiciones, la esencia de esta celebración radica en el amor, la esperanza y la redención que el nacimiento de Jesús representa.
En conclusión, el relato del nacimiento de Jesús en Belén no es solo un evento histórico, sino una fuente inagotable de enseñanzas espirituales y éticas. En un mundo cada vez más dividido, el establo de Belén nos recuerda que, en la humildad y en el servicio, encontramos el verdadero significado de la vida. Así como María y José enfrentaron adversidades con fe, somos llamados a vivir con esperanza, confianza en Dios y disposición para amar a los demás, especialmente a los más necesitados.
Lely Reyes es técnico en periodismo digital. y además esel director de portadaoeste.com