
El Grito Olvidado de Buenos Aires de Herrera

Por Francisco Luciano
En la modesta sala de doña Inés, en el barrio Buenos Aires de Herrera, los vecinos se congregaron una tarde asfixiante para abordar el eterno problema: la falta de agua y electricidad.
Lulo, un joven trabajador del barrio, golpeó el sillón con indignación:
—¡Estoy harto! Cada semana pago tres mil quinientos pesos por un camión de agua que debería fluir directamente por las tuberías de mi casa. La CAASD solo envía agua un par de horas en la madrugada. ¿Cómo pretenden que vivamos así?
Pascual, con resignación, murmuró:
—Es verano, hijo, la naturaleza es caprichosa…
Pero su hermano Pastor lo interrumpió con vehemencia:
—¡Eso es una excusa barata! No hay sequía aquí. Nos han borrado del mapa: sin agua potable, con apagones interminables y facturas que llegan puntuales como un reloj.
Celia, con voz firme y acusadora, denunció:
—Los camioneros se enriquecen a nuestra costa. Llenan sus tanques en hidrantes de la CAASD y luego nos venden el agua a precios exorbitantes. Las autoridades lo saben perfectamente y hacen la vista gorda.
Doña Inés, mientras servía café humeante, sintetizó el sentir colectivo:
—Esto no es mero abandono; es un negocio siniestro contra el pueblo. Somos los olvidados de Santo Domingo Oeste. Pero ha llegado el momento de alzar la voz y decir basta.
La reunión se transformó en un clamor unificado. Ideas de protestas, carteles, campañas en redes sociales y llamados a los medios surgieron como chispas en pólvora seca. Fue doña Inés quien, levantando su taza como un estandarte, proclamó con determinación:
—¡Vecinos, unámonos y organicémonos! No más resignación ni silencio. Juntos, reclamaremos nuestros derechos básicos: agua potable constante y electricidad permanente. Si no nos movilizamos como comunidad, nadie lo hará por nosotros. ¡Es hora de luchar por lo que nos corresponde!
El autor es docente Universitario y dirigente político.